En el Evangelio de hoy, Jesús se compara a sí mismo con un pastor que protege a sus ovejas y le promete a sus discípulos que las mantendrá seguras en sus manos. Cuán apropiado es que esta hermosa imagen se nos presente en el Día de las Madres. Hoy honramos a todas las madres que nos han amado, protegido y abrigado en sus brazos. Estoy seguro que, también tuvieron mucha paciencia con nuestras faltas y nos perdonaron cuando las lastimamos. En otras palabras, nuestra madres son aquellas que nos han tratado con el mismo amor tierno del Buen Pastor.
En los Hechos de los Apóstoles, San Pablo y Bernabé se llenaron de entusiasmo al predicar la Buena Nueva a los judíos y gentiles. A pesar de la oposición y la persecución, continuaron su misión y sacudieron el polvo de sus pies para protestar contra quienes los maltrataron. Y ellos y los discípulos se llenaron de alegría y del Espíritu Santo.
De la misma manera, fueron nuestras madres las que nos enseñaron sobre la vida y sobre nuestra fe con el mismo entusiasmo que Pablo y Bernabé tenían en su predicación. No siempre quisimos escuchar a nuestras madres u obedecerlas, pero ellas continuaron amándonos y enseñándonos a pesar de nuestras protestas. Debemos estar agradecidos que nos hayan otorgado este gran don de fe. La voz del pastor vino a nosotros primero a través de nuestras madres.
Se estima que este año gastaremos 25 mil millones de dólares en los Estados Unidos en el Día de la Madre para honrarlas. Eso es mucho dinero, pero, una vez más, el amor y la dedicación de una madre no tienen precio.
Estoy seguro de que nuestras madres aprecian todas las flores, tarjetas, regalos y cenas que les damos para honrarlas. Pero en realidad, solo quieren ser amadas a cambio y vernos sonreír
demostrando nuestro aprecio. Entonces, con un corazón lleno de amor para todas nuestras madres, decimos: Te amamos y feliz Día de las Madres.
Y hoy honraremos a nuestra Madre María con la coronación de mayo en el jardín.
P. Patricio, C.P.